Soneto

viernes, 20 de noviembre de 2009

Antes de descender por mis laderas,

deseo que no mires, desvergonzado,

la fronda de mi bosque ensortijado,

que reluce en medio de mis caderas.


Embrújame inquilino de mi lecho

lame gozoso el talud de ese valle,

que sinuoso sube desde mi talle

al vértice celestial de mi pecho.

Escúchame, truhán cuanto te digo,

se brioso apasionado en el tálamo,

luego retozaremos entre el trigo.


Devoto de tus labios soy cautivo

se ardiente, delicado en la batalla,

siervo soy de ese placer adictivo.




5 comentarios:

Ío dijo...

Bellísmo soneto que hoy nos regalas, Salvochea.
Todo un derroche de sensualidad y embrujo.
Hermoso.
Gracias
Besos

Ío

Malena dijo...

Mi querido Salvochea: ¿Quién dijo que la sensualidad no era poesía?

Es un hermoso soneto lleno de promesas.

Mil besos y mil rosas.

Amaya Martín dijo...

Es una delicia afrutada este poema, rezuma pasión y sensualidad..
Enhorabuena

Un fuerte abrazo Salvochea

Marisa dijo...

Un soneto escrito
con pícara gracia
desbordando pasión.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Erotismo y sensualidad al rojo vivo, como las rosas de la imagen que ilustran este soneto hermosisimo.

Un abrazo.

 
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