Onírico

martes, 14 de abril de 2009


Esta noche fueron más cálidos los sueños

que soñando vez alguna con ella tuve,

esa noche me pareció más ardiente el hechizo

en el escaso tiempo que en sus brazos estuve.

Sucumbí a la bruñida tersura de su pálida tez,

una piel que buscaba entre mis sábanas de seda

mi piel incandescente para inmolarse en ella.

Esa noche corrí tras la estela que la sombra

del faro de su cuerpo entre la bruma dibujaba,

esa noche soñando te busqué para introducirte

en la cama donde onírico, lascivo, te acariciaba.



Sabes que a todos nos llega y se nos va la hora

abandónate al goce voluptuoso de los placeres,

que tú también te extinguirás como la aurora.

Tan diáfanas fueron mis quimeras que el aire

abrumó nuestro tálamo con la sutil fragancia

de la dama de noche de la colindante alameda.

Esa noche fueron más desenfrenados los besos

que el fuego púrpura de tus labios me dieron,

en esos instantes fue más enardecida la lucha

en que los dos cuerpos desnudos se enzarzaron.

El carmín escarlata de tu boca dejó impreso

en los albores de la madrugada sobre mi pecho,

las clamorosas huellas de una pasión indómita

y el color refrescante del fruto de los cerezos.


Antes de aclarar el alba me consentiste entrar

a las sacras cavernas celestiales de tu reino,

a esas estrechas cavidades que para el placer

de la primera ofrenda de placer te reservaste.

En esos momentos fui Don Juan en su montura

asido febril a la ceñida fragilidad de tu talle

jinete a la grupa nacarada de tu cabalgadura.

Aquella madrugada embriagado por tal conjuro,

seducido, fascinado por tan placentero deleite

incluso me pareció que clareaba el cielo oscuro,


imaginando que la Luna para mí solo refulgía

también las estrellas me parecieron más cercanas

y los océanos y los límpidos mares más serenos.

Supuse que el diáfano embrujo del eco de tu risa

lo empujaba para mí disfrute la delicada brisa,

ante el mayestático atractivo de tus albos senos,

erguidos, quién rechazaría tal encantamiento,

como resistir ante tan seductor poder de seducción,

quien osaría negarse a semejante ayuntamiento,

quien aceptaría despertar y bajar desde la nube,

de la nube en que esa maravillosa noche anduve.




Volverán

domingo, 5 de abril de 2009

Volverán fragantes primaveras

que llenarán la ciudad vieja

de lágrimas volanderas,


los espigados cirios,

volcarán su suave llanto

de resbaladiza cera


por las calles silenciosas

de tarde, noche y madrugada

toda una semana entera.




 
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