jueves, 12 de noviembre de 2009
Es una voz que mana
plácida como las olas,
es una voz que se hace
eco en las caracolas.
Instrumentos que suenan
en una eufonía de ensueño,
el suave violín, la zanfoña,
guitarras y mandolina,
percusiones, contrabajo,
la gaita irlandesa, y ella,
al piano, arpa y acordeón
dominadora de la escena.
Regala una voz rutilante
cálida como sol de invierno,
fresca, como agua del nevero,
acogedora como un amante.
Con esa voz suya que mana
apacible de entre las olas,
ella, la de la roja melena
la irlandesa Loreena.
Creó una fusión de armonías
gaélicas, árabes, armenias,
y la hermosura de una voz
que reverbera aduladora.
Esa noche en
las ánimas sarracenas,
se reencarnaron para oír
el concierto de Loreena.

3 comentarios:
Que hermoso y delicado, Salvochea.
Me gustó mucho, gracias
Besos
Ío
¡Una delicia el poema!
Escuchar a Loreena McKennitt en el marco incomparable de La Alhambra sería rozar el cielo.
Un abrazo
Un bonito homenaje le hiciste
a Loreena Mckennitt.
A mí también me gusta.
Besos.
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