sábado, 20 de febrero de 2010
Va inclinándose el fulgor
crepuscular sobre las olas,
cual esplendente tornasol
entre púrpura y amapola.
Languidece el atardecer
con la noche bienvenida,
parpadean las candilejas
iluminando las avenidas.
Postrer ocaso que inicia
su nocherniego desvarío
en la gélida madrugada,
antes que el trasnochador,
bohemio, reflejo de Luna
se entregue a la alborada.
Tiempo para los efímeros
gozos, placeres ardientes,
cuando se detiene el reloj
en sus cuerpos candentes.
Mientras en el cielo brillan
los astros como diamantes,
con el fulgor fosforescente
de los ojos de una amante,
Cuando se despierta el alba
hallas tu cama compartida,
sobre tu cara aún radiante
reluce, una sonrisa de vida.
