martes, 30 de septiembre de 2008
Gaviotas que revolotean
dibujaban con sus alas,
arabescos con la sombra
que sobre la mar reflejaba.
Desde las altas zapatas
los pescadores lanzaban
para engañar a los peces
al mar anzuelos de plata.
Mojarras, urtas, doradas,
con argentados anzuelos,
pescan los plateados peces
que los mares te regalan.
Madre déjeme usted ir
a la orillita de la playa,
madre que viene mi novio
de la pesca de la caballa.
Por favor, deje que vaya
que solo será un instante,
que quiero saber si volvió
o naufragó con el Levante.
Que al alba lo ví zarpar
con la vela que le zurcí,
madre que no sabe usted
cuanto es él para mí.
Partió y no lo vi regresar,
fe eterna le he prometido
al Greñuo de Santa María
si le deja volver conmigo.
Ahora las barcas varadas
descansan en
recostás sobre las piedras
sus quillas ahora quietas.
Esperando para navegar
que la mar vuelva al nivel
que tienen aquí las aguas
cuando llena la marea.
Refulge el sol en la bahía
a la que un niño escribe
poemas todos los días,
un niño de Santa María.
Un niño que escribe a Cádiz
y la retrata en un poema,
un niño que canta a Cádiz
al ritmo de una habanera.